27
Okt
18

Nuestro Siglo XIX. Morazán: “El incomprendido Libertador”

(Cuarta entrega)

Mataquescuintla 1836 – 1838: Cólera en tiempos de revolución:

Las revueltas indígenas en El Salvador y Guatemala y las insurrecciones populares ocurridas en algunas ciudades centroamericanas entre 1833 y 1834, coincidieron con el tercer año del triunfo militar de los liberales, dirigidos por Francisco Morazán, quien en 1829 derrotó a las fuerzas conservadoras en la batalla que ocurrió en ciudad de Guatemala.

Mientras los liberales trataban de consolidar el proyecto de “La Federación de Las Provincias Unidas de Centroamérica”, una mortal epidemia se inició en el Golfo de Amatique, en la costa caribeña, donde hoy coinciden los territorios de Honduras y Guatemala, provocando mortandad entre la población de indios y mestizos. La peste se desplazó hacia el sur oriente de Guatemala y hacia la costa caribeña de Honduras.

La epidemia se inició en noviembre de 1836 cuando un barco de negreros fue sorprendido en las aguas del caribe beliceño, trayendo esclavos infectados con la bacteria del Cólera. El contagio pasó de las costas de Belice al Puerto de Omoa en Honduras y de allí por el Rio Motagua se expandió por Zacapa, Chiquimula, Esquipulas, hasta las montañas de Jalapa.

Es allí donde comienzan los hechos que voy a historiar:

Juan Pérez fue un mestizo que nació en los primeros años del Siglo XIX. Vivió toda su vida en el pequeño poblado de Mataquescuintla, incrustado en las montañas sur-orientales de Jalapa, Guatemala. Su nacimiento fue producto de la violación de una joven india por su patrón: un criollo españolizado. Cuando al recién nacido lo llevaron a la pila bautismal, el cura del pueblo viendo las facciones mezcla de indio y criollo del pequeñín, se negó a nombrarlo Kabil Tot, como su madre quería llamarlo y ordenó que el recién nacido se llamaría Juan Pérez. Así quedó su nombre españolizado por orden de la Santa Iglesia Católica.

En aquellos años Mataquescuintla ó el pueblo de la red para atrapar perros en lengua náhuatl; era un lugar habitado por indios y mestizos, y como era un pueblo de pobres, carecía de cualquier infraestructura sanitaria. La gente hacia sus necesidades al aire libre, hasta que las heces se secaban bajo el ardiente sol tropical. Las bestias tomaban agua en los mismos nacimientos acuíferos y piladeras de donde la gente se abastecía para su consumo. Las vísceras y los restos de las reses que se destazaban una vez por semana en el mercadito, quedaban tirados a la intemperie, disputadas por zopilotes (gallinazos) y ratas gigantes, rodeados de espesas nubes de moscas y moscardones, hasta que de aquellos restos sólo quedaban sus cuernos y los descarnados huesos.

Una mañana de marzo de 1836, Juan Pérez llegó de permiso a su pueblo natal Mataquescuintla, pues estaba de alta bajo las tropas comandadas por Teodoro Mejía y su lugarteniente Rafael Carrera. La noche siguiente de su llegada, cuando Juan Pérez dormía en su tapesco, unos continuos y fuertes retorcijones en el abdomen lo despertaron; en seguida tuvo aligeradas ganas de hacer sus necesidades,(aguas mayores) entonces salió corriendo de la choza hacia el traspatio y empezó a evacuar un agua lechosa. Después vinieron vómitos y fuertes temperaturas con escalofríos, hasta quedar tirado como un esqueleto en medio de una pestilencia de moscas y suciedades. Los síntomas continuaron, al tercer día, Juan Pérez había fallecido por deshidratación. El Cólera morbus se lo había llevado. Por el mismo camino y destino, le siguieron sus hijos, sus vecinos y muchos aldeanos más.

La pandemia del Cólera morbus, al igual que las guerras civiles en aquellos tiempos, arrasaban las aldeas rurales y los poblados, provocando mortandad. El Cólera se extendió desde la ciudad de México hasta la América del Sur. El crecimiento poblacional de las ciudades del Nuevo Mundo y sus pésimas condiciones insalubres, así como la vida de acuartelamiento a causa de las guerras civiles, fueron el caldo de cultivo para la expansión de esta pandémica y mortal enfermedad.

Gabriel García Márquez haciendo referencia a esta brutal enfermedad, escribió una de sus novelas a la cual tituló: “El amor en los tiempos del Cólera” aunque en Colombia como en Centroamérica esta pandemia estuvo mezclada con tiempos de guerra y revoluciones entre liberales y conservadores. En aquellos tiempos, El Cólera no daba tiempo de nada, los muertos se iban al sepulcro sin los santos oleos, sin cristiana sepultura. La historia médico-sanitaria de Centroamérica quedó marcada por esta pandemia que dejó miles de muertos.

El afamado “Indio de Mita” no era realmente un indio, era más bien un mestizo empobrecido, un analfabeto que con mucha dificultad aprendió a firmar con su nombre. Lo llamaban “El Indio de Mita” porque se había ganado el corazón, la confianza y la autoridad de los indios y mestizos de las montañas surorientales de Jalapa.

Sus manos toscas y encalladas, acostumbradas a manejar la cuma y el machete, acostumbradas a persogar el yugo del arado con correas de cueros y las riendas de los percherones, fueron aprendiendo poco a poco el manejo de la espada y los mosquetes. Pero sus manos encalladas y toscas temblaban y se volvían ingobernables cuando tenían que tomar la pluma y lo único que le salió la primera vez que firmó un parte de guerra, es decir, cuando tuvo que hacer sus primeros garabatos en los que apenas se pudo leer: “Raca Carraca”. Algunos años después, ya convertido en general del ejército y dictador vitalicio de Guatemala, siguió firmando de la misma forma.

Rafael Carrera o “El Indio de Mita” divulgó entre su gente que la enfermedad del Cólera era propagada por los liberales. Sostenía que eran ellos los que envenenaban las aguas para exterminar a los indios y mestizos pobres. Con esta y otras afirmaciones, Carrera se hizo fuerte en el pueblo oriental de Mataquescuintla y predispuso a los indios y a los pobres contra los gobiernos liberales, que en vano trataban de proveer medidas sanitarias paliativas. No hay registros si Carrera estaba convencido de su afirmación o sólo fue una estratagema para ganar adeptos a su causa reaccionaria y conservadora.

El Gobierno Liberal de Mariano Gálvez envió cuadrillas de enfermeros sanitarios y médicos hacia los pueblos donde azotaba la epidemia. Pero el desprestigio y las medidas impopulares impulsadas desde su Gobierno, no le daban credibilidad entre la población, para resolver la epidemia que se expandía más y más. Las brigadas médicas enviadas a los pueblos eran atacadas por la población. Ellos creían que el Láudano (extracto elaborado a partir del opio, azafrán y vino blanco) con que medicaban a los enfermos, era el veneno con que corrompían las aguas para matar a la población, pues los enfermos aunque tomaran la poción suministrada por las brigadas médicas, siempre fallecían.

El 9 de Junio de 1837 los pueblos de Santa Rosa y Mataquesquintla, se insurreccionaron en contra del Gobierno Liberal de Gálvez. Estos indios y mestizos de La Montaña, como fueron llamados, además de que creían que el Gobierno los quería exterminar con la enfermedad, también estaban enfurecidos por los ataques a la religión Católica, la expulsión del arzobispo de la ciudad de Guatemala que había sido ordenada por Morazán y por las concesiones que el Gobierno daba a las compañías extranjeras. Las tropas gubernamentales lograron sofocar a los rebeldes en ambos pueblos, pero en su reacción contrainsurgente se sobrepasaron, dedicándose a saquear casas, quemar y destruir los sembrados y a todo tipo de atropellos y vandalismo.

Los indios, que en su memoria guardaban el recuerdo del mal trato de los conquistadores y colonialistas, que los desampararon de su glorioso pasado, que se esfumó intempestivamente y los puso ante un nuevo mundo de confusiones, no podían dejar de reconocer que en la Iglesia Católica y en sus sacerdotes habían encontrado un consuelo y un alivio, considerándolos como sus únicos defensores. Además, cuando el indio observaba el respeto con que el colonialista se dirigían ante los religiosos, suponían que su lealtad ante los religiosos les aseguraba una alianza con el que les parecía tener más poder. Los indios y los mestizos no lograron descifrar que se trataba del viejo truco de doblegarlos y dominarlos, uno por las buenas y otro por las malas.

Las fuerzas conservadoras supieron ganarse a las mayorías de indígenas y mestizos pobres, hasta vencer a los liberales. Después de la derrota de las tropas unionistas en la batalla de ciudad de Guatemala, en marzo de 1840, El General Francisco Morazán logra romper el cerco que le habían tendido “Los Cachurecos” -apodo con que los liberales nombraban a los seguidores de Rafael Carrera- porque este hacia concentrar y desconcentrar sus tropas con el soplido de un cacho (cuerno de ganado)

Después de la derrota de Morazán en 1840, Carrera se convirtió en Presidente vitalicio, dictador que gobernó Guatemala hasta su muerte en 1865. Morazán, con sus tropas diezmadas, logra llegar a San Salvador, después de tres días en retirada, única ciudad donde él se sentía rodeado de amigos y simpatizantes de su causa. San Salvador lo recibe como un héroe derrotado y le brinda un recibimiento como si viniera de una victoria.

Morazán había pasado 14 años en cruentas batallas políticas y militares. En dos ocasiones había sido electo Presidente de la Federación Centroamericana, moviéndose en un ambiente de intrigas y traiciones que le habían granjeado la fanática y rabiosa enemistad de los conservadores, separatistas y la jerarquía de la iglesia católica. En aquel momento Morazán comprende que la unión centroamericana era una batalla perdida.

Estando en San Salvador y bajo el dolor de la derrota, Morazán decide retirarse de suelo centroamericano para no poner en riesgo una invasión de los cuatro restantes Estados separatistas, contra El Salvador. Se establece en la Ciudad de David, que en aquellos tiempos formaba parte de La Gran Colombia, hoy Panamá. Allí le esperaba su familia. “Allá en mi destierro voluntario –dijo Morazán, antes de partir- sabré esperar, para que mis enemigos demuestren con hechos, la sinceridad de sus propósitos”.

 

El Negro Beto

23 de Octubre de 2018


0 Svar to “Nuestro Siglo XIX. Morazán: “El incomprendido Libertador””



  1. Kommentera

Lämna en kommentar


oktober 2018
M T O T F L S
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
293031  

Månader