I
En coyunturas de graves crisis las grandes potencias del mundo tienden a igualar el comportamiento de los chompipes machos enmedio de una bandada de hembras. Se pavonean con las plumas extendidas a fin de aparentar un tamaño mayor de el real, y hacen sonar su pechos inflamados como lo hacen los tambores de guerra.
La contienda armada está destada en muchas partes. Y sin embargo la guerra en Siria, y los tambores que han comenzado a sonar alrededor de Irán, Corea y Mar de la China, conllevan la particularidad gravedad que en estos puntos del planeta, la bélica madeja que tejen las grandes potencias mundiales promete a la humanidad el definitivo espectáculo de la pirotecnia nuclear.
Las oligarquías propietarias de los grandes capitales transnacionales, que son las mismas que imponen la política de las antesdichas potencias, inducen a los estados que dominan a excavar profundos túneles al interior de la tierra que sirvan tanto para poner a salvo la industria armamentística de ataques enemigos, como para servir de refugio a las élites y dirigentes del sistema global, a fin de sobrevivir al holocausto universal que ellos mismos están incitando.
No es para menos, la agrupación oligárquica que se creía por mandato divino, ungida para regir los destinos del mundo, y para comprobarlo había destruído antes dos ciudades rivales con fuego nuclear, se da hoy día a la terrible sospecha que por ironías del destino, en la escena internacional, ella misma, de gato a transmutado a ratón.
Esa agrupación oligárquica se entera hoy con estupor, que no son trecientas ojivas nucleares, sino tresmil, con que cuenta China continental, convenientemente ocultas, camufladas y colocadas en sus respectivas ramplas de lanzamiento, absolutamente listas para replicar un eventual ataque de tal naturaleza proveniente de cualquier punto del planeta.
Tal descubrimiento hace caer en cuenta a los inquilinos de la casa de orillas del Potomac, que no es Irán, sino China continental, hacia donde deberían estar dirigiendo sus mayores esfuerzos de disuación bélica. Tal error de cálculo implicaría para su corrección, la compleja disyuntiva de reorientar o invertir nuevos recursos de unas arcas, de por sí, ya exiguas, hacia un inesperado objetivo. Descubren con ello esos inquilinos, que el vasto ejército de espías al servicio del pentágono y del Estado norteamericano, que consume diariamente millardos de millardos del dinero de los contribuyentes, no sirve para nada, pues la información acerca de la verdadera potencia nuclear de su rival, no fue destapada por el espionaje estadounidense, sino que ha sido facilitada por el Estado chino, con el propósito disuasivo que los bisnietos de George Washington conozcan la envergadura del toro que tendrán que lidiar.
Pero la anterior no es la única sorpresa que hoy día el destino ofrece al país de la bandera de barras y estrellas. Resulta que todos los artilugios bélicos de última generación, producidos por la tecnología norteamericana (y que los contribuyentes también costean con millardos y millardos, sacrificando con ello su bienestar social), han sido hábilmente copiados y mejorados, no sólo por reconocidas potencias rivales de EEUU (China, Rusia), sino además por potencias emergentes, como Irán, India, ¿Pakistán?; y también por sus mismos amigos (Japón, Israel, Corea del Sur…).
De modo pues que toda esa gama de ingenios bélicos (aviones no tripulados; aviones invisibles; misiles antimisiles; misiles antisatélites; misiles inteligentes;submarinos silenciosos; robots antiminas; superdatores de guerra cibernética, etc, etc…), ingenios con que pretendía Estados Unidos, ganar la tercera guerra mundial, son del uso y dominio, hasta de sus rivales más despreciables (Irán).
En el terreno de la guerra y la política, las sorpresas no viene solas. La inoperancia de las innumerabless legiones de espías del pentágono y la Casa Blanca, nos inducen a concluír que en las últimas décadas, los Estados Unidos ha andado un camino totalmente errático en relación a sus propósitos geoestratégicos: se hizo amigo (por tiempo suficiente para dotarles de ingentes recursos e imponderable instrucción bélica), de sus verdaderos enemigos estratégicos: talibanes, Al Qaeda, terrorismo islámico de toda laya, etc…. Y se hizo, Estados Unidos, enemigo estratégico de consolidadas oligarquías del capitalismo mundial, que deberían ser sus aliados naturales (Rusia, China).
Cultivó enemistad el gran águila del norte, en oligarquías emergentes que inicialmente buscaron su amistad (Irak, Irán…); y declaró la guerra a aquellas otras que venían enarbolando el socialismo como bandera.
Sorpresas aparte, el avispero que han alborotado en todo el planeta los bisnietos de George Washington, les hace hace olvidar constantemente que hay una suerte de brujo que les tiene firmemente afianzados por la cola (Corea del Norte).
Tales vicisitudes impulsaron al Estado norteamericano a lanzarse, primero contra Afganistán; luego contra Irak; después contra Irán; para luego descubrir, en mitad de la peor crisis económica de toda su historia y sus recursos materiales y monetarios seriamente disminuidos, que su peor amenaza está en Beijín y no en Teherán…!
Resulta entonces que, ironías aparte, son hoy las potencias emergentes los gatos; mientras que la gran potencia ungida por mandato divino, se ha convertido en un ratón que corre desatinadamente de un lado para otro… “… sin hallar en su amargo destino un refugio de paz” (*).
(*): Luis Alberto del Paraná.
II
A otro nivel de la coyuntura global, en El Salvador, la clase política, igual que los dirigentes norteamericanos, corre de un lado para otro en infructuoso afán de estabilizar la maltrecha nave del país, utilizando para ello el gastado malabarismo de evitar en todo momento, poner en cuestión las putrefactas estructuras del sistema, entre las cuales, los antiguos dirigentes revolucionarios se encuentran muy a gusto y placer.
Tomemos de muestra un botón: la violencia pandillera, de la cual, causa inmediata es la pobreza extrema, y cuya causa mediata son las estructuras excluyentes del sistema.
Tal y como debería ser su deber moral, ninguno de los ex dirigentes revolucionarios salvadoreños con acceso a los medios, está hoy día interesado en señalar las antesdichas causas estructurales.
En cuanto al abordaje del fenómeno pandillero, se manifiesta en El Salvador, un retroceso ideológico de más de dosmil años. Alternativo a la óptica marxista, se ha creado una especie de sistema socrático – cristiano (Mijango – Colindres).
En la búsqueda de la bon homía individual y la justicia institucional, llevó a cabo Sócrates en la remota antigüedad, grandes contribuciones al pensamiento filosófico en terrenos de la formulación abstracta. La mayor debilidad de el sistema creado por Sócrates, sin embargo, estaba en implementar tales abstraciones a la realidad práctica.
A sus profundas y exactas reflexiones, extraía el filósofo la esencia en forma de lecciones que luego recitaba a ciudadanos en la calle, a sus discípulos y a políticos grecos, en el intento de, por medio de esas esenciales catequesis, hacer de ellos hombres bondadosos, y de las instituciones, instancias justas e incorruptas.
La causa del fracaso del intento socrático tardó poco más o menos que dosmil años en ser dado al conocimiento público, por un impenitente bebedor de cerveza, judeo alemán, quien descubrió que es el ser social, el que determina la conciencia social, y no al revés.
En otras palabras, no son lecciones teóricas, por sesudas e inspiradas que sean, las que van a cambiar la conciencia de los hombres; sino las condiciones sociales en que vivan esos hombres.
Es decir, no son los iluminados sermones del obispo Colindres, ni los golpes de pecho a que invita Raúl Mijango, lo que va a resolver la problemática pandillera; sino un cambio de estructuras sociales que permita a los marginados, al menos el “mínimun vital” de Masferrer. Esto es, trabajo digno y salario justo. Lo demás (salud, educación, sano esparcimiento, etc…), vendrá por añadidura.
Recalcamos: “trabajo digno y salario justo”, a fin de aleccionarnos sobre la trampa que en esta temática nos tiende el sistema: en El Salvador, como en cualquier país del mundo, trabajo hay; siempre habrá trabajo; lo que no hay es voluntad en los ricos, ni en los políticos, de pagar salarios justos, de acuerdo al costo de la vida.
Volvamos al tema central:
Del modo que el Estado, Colindres y Mijango abordan el tema pandillero, en el mejor de los casos resulta en ¿temporal o permanentemente?, la disiminución de homicidios sucedidos en el país, producto del cese recíproco de acciones violentas entre esos grupos.
Atendamos que tal cese de acciones violentas se dá únicamente, y a medias, entre los grupos obedientes a los jefes con quienes Colindres, Mijango y el Estado salvadoreño han entablado pláticas y acuerdos; jefes que purgan penas en diversos centros penitenciarios. Fuera de esas pláticas y acuerdos quedan las acciones delictivas de estos mismos grupos, que perjudican al pueblo humilde y trabajador.
Quedan también afuera de tales pláticas y acuerdos, la acción de muchos otros grupos pandilleros no obedientes a los jefes involucrados en el plan Estado-Colindres-Mijango. Y quedan por fuera las nuevas generaciones de marginados que están naciendo y los que van a nacer en un ambiente de marginación social que es el exacto caldo de cultivo para la generación de pandillas.
Todo lo que queda afuera de las pláticas y acuerdos con los jefes pandilleros en prisión, se pone de manifiesto con el recrudecer de la delincuencia de características pandilleras, en territorio salvadoreño, que en los últimos días dan a conocer los medios de prensa.
El Estado salvadoreño, Colindres y Mijango, ni siquiera han sido capaces de cuestionar a sus interlocutores acerca de el porqué atacan ellos al pueblo humilde y trabajador, siendo que no son los pobres y humildes los causantes de la miseria y marginación en que viven las familias pandilleras…!!!
En este enrevesado entuerto resulta dramática la actuación de Mijango quien viene de militar un movimiento, supuestamente de raíces marxistas, de lo cual cabría esperar más atención a las causas estructurales de la problemática. Por lo mismo debería tomar en cuenta, Mijango, que la religión en cualesquiera de sus manifestaciones, a lo largo de la historia de la humanidad, aparte de una suigéneris y muy exitosa acumulación de capital, ha jugado únicamente el papel de analgésico (opio dijo aquél), y no de remedio para las enfermedades sociales.
Hay sin embargo un dejo positivo en la acción de Mijango y Colindres, y es que, aunque con fines demagógico-electorales, los dos partidos mayoritarios del espectro político salvadoreño (fmln-Arena), se han apropiado de la promesa pandillera de erradicar la violencia social, tomando como punto de partida, el cese recíproco de acciones bélicas entre esos grupos delictivos.
Se genera de este modo otra oportunidad más de que se abra a nivel de las cúpulas partidarias y a nivel del Estado, el debate que ponga en la picota las excluyentes estructuras del sistema. Los antiguos dirigentes de la lucha revolucionaria en El Salvador, deberían ser los llamados, por naturaleza, a tomar la iniciativa, abrir y dar pábilo a ese debate; pero no lo hacen. Unos duermen el sueño narcotizante a que les invita el sistema, sobre sus gastados laureles y sobre las podridas estructuras que antaño combatían; otros se encuentran demasiado ocupados en comprobar la factibilidad de la consigna: “enriquecerse es glorioso”, lanzada por Deng Xiaoping para el consumo de los neorevolucionarios del mundo de hoy, los cuales obvian las raíces ideológica de la lucha revolucionaria a fin de abrazar un sistema socrático – cristiano.
Pablo Perz